Seamos coherentes por favor

Que la mascota de la familia viaje con sus dueños tanto si hablamos de viajes turísticos como de viajes de negocios es ya una realidad bastante generalizada a lo largo y ancho del mundo. Cada vez son más los hoteles, apartamentos y casas rurales que permiten la presencia de animales, bien de modo gratuito o bien previo pago de una tarifa más o menos admisible, y cada vez son más los espacios en los que los amigos peluditos pueden acceder en compañía de su humano. No obstante, aún queda mucho camino por recorrer.

Antes de nada he de decir que soy una amante de los animales y que siempre los seré. Ahora mismo tengo un perro y dos gatos en casa que forman parte de mi familia y, por lo tanto, se les trata del mismo modo que al resto de miembros sin olvidarnos, por supuesto, de que son animales. Con esto no me refiero a que coman en la mesa junto a los demás o a que tengan su propia habitación, que seguro que alguien ya estará pensando barbaridades similares, sino que  me refiero a que se les respeta como miembros de la familia, en todos los sentidos, y por eso jamás les abandonaríamos en casa o en una residencia canina por buena que fuera la misma.

Mis animales, vienen conmigo, y si no puede ser ya me encargaré yo de dejarlos en buena compañía, como cuando nos vamos de viaje los adultos y los niños se quedan con los abuelos. Exactamente igual.

Ahora bien, ¿podemos quejarnos los dueños de animales de que no nos dejen acceder a ciertos sitios con ellos? En mi opinión, no, y esto es así básicamente porque pagamos justos por pecadores.

Los responsables somos nosotros

Puede que haya personas a quienes no les guste compartir un baño en la playa con el animal pero la realidad es que ellos son mucho más higiénicos que nosotros, que nos dejamos colillas de tabaco, restos de comida, papeles e incluso condones en las orillas de las playas. Ahora bien, ¿es lógico que un animal haga sus necesidades y tenga que encontrarse sus heces otra persona que va a tumbarse en la arena? Pues no, no lo es. Mientras siga existiendo ese tipo de gente que no se responsabiliza de sus animales y sigan dejando sus heces, sus orines o no eduquen a sus animales para la convivencia con personas, niños y otros animales, será lógico y normal que no se nos permita acceder a más de un espacio con ellos.

Yo soy la primera que quiere entrar en los parques con mi perro, en ciertas tiendas para poder comprar sin tener que dejar al perro en casa, en la playa para poder jugar y bañarme con él, o en un restaurante para cenar con mis amigos mientras mi perro duerme a mis pies, pero he de reconocer que hoy por hoy eso es imposible: siempre hay alguien que deja que su perro ladre constantemente molestando a los demás, o que no recoge sus heces, o que le deja orinar en cualquier parte.

Hace un año tuve la oportunidad de visitar Oviedo y decidí llegar hasta allí en avión. Jamás había querido subir a mi perro a un avión por miedo a todo lo que se escucha continuamente, pero me hablaron tan bien de Animales por Avión que me arriesgué con tal de no dejar a mi amigo peludo otra vez con mi madre de niñera. Todo salió a la perfección, y eso me permitió comprender que nuestra sociedad es muy diferente en el norte y en el sur de España, y eso que estamos en el mismo país así que imaginad lo que sería comparar una región alemana con Sevilla, por ejemplo.

¿Cacas en las calles? Ni una ¿Perros orinando las ruedas de los vehículos? No vi ninguno tampoco, lo que sí vi es muchísimo restaurante con carteles avisando a los posibles comensales de que en su salón interior se admitían perros mientras que en el sur de España, de donde yo soy originaria, podemos encontrar incluso carteles en las terrazas exteriores de ciertos bares y restaurantes para que a nadie se le ocurra sentarse con su perro en la mesa a tomarse una cerveza. Pero, como ya he dicho, allí el respeto que demostraban los propietarios de los animales era mucho mayor que lo que suelo ver por el sur.

En Alemania, y lo sé porque he estado dos veces, podemos ver animales en tiendas de moda, en centros comerciales, ene l metro, en autobuses y en prácticamente cualquier espacio público pero para ganárselo han demostrado ser una sociedad mucho más respetuosa que la nuestra que se empeña en no comprender que nuestros derechos acaban justo donde empiezan los derechos de los demás.

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