Desde el 2014, para trabajar en la seguridad privada necesitas el T.I.P. (Tarjeta de Identidad Profesional), un diploma que concede el Ministerio del Interior previo paso de un cursillo teórico y práctico impartido por una academia homologada y la superación de un examen elaborado por el ministerio.
Aquellos tiempos en los que cualquiera podía trabajar de vigilante de seguridad han pasado a la historia. Era aquella época en la que cualquier chico, aunque no tuviera el Graduado Escolar, podía presentarse en busca de trabajo o dejar un curriculum en una empresa del ramo, y esta le seleccionaba según su aspecto o experiencia.
Con la profesionalización de la seguridad privada todos hemos salido ganando. Primero las empresas del sector y los clientes que los contratan, ya que tienen trabajadores mejor preparados. Y después el conjunto de los ciudadanos. Puesto que aunque sea un trabajo privado, un vigilante representa, en cierto modo, la autoridad. Que el sector esté regulado, implica que nuestros derechos están más protegidos.
Ante la pregunta: ¿Se puede trabajar de vigilante de seguridad sin la T.I.P.? La ley dice categóricamente que no. Se trata de un requisito legal obligatorio impuesto en la mayoría de los países de la Unión Europea, y nuestro país no es ninguna excepción. Este título acredita que el individuo que lo ostenta ha completado la formación correspondiente con éxito y reúne todos los requisitos exigidos en el país donde trabaja para desempeñar esta actividad laboral.
La profesionalización de la seguridad privada ha llegado hasta tal punto que hasta para trabajar de portero de discoteca necesitas el carnet correspondiente. En este caso, el del ocio nocturno, es una competencia delegada a las comunidades autónomas, si bien en la práctica, la obtención de esta acreditación no dista mucho de la del T.I.P.
La Tarjeta de Identidad Profesional.
Como ya hemos indicado, el T.I.P. es un certificado profesional obligatorio para poder trabajar en la seguridad privada en puestos de vigilancia y control básico. Es decir, acredita al poseedor para ejercer esta actividad en centros comerciales, hospitales, edificios públicos, instalaciones privadas de empresas, estaciones de transporte, como escolta privado, etc.
Para trabajos más complicados dentro del ramo, como la vigilancia de explosivos, escolta con armas de fuego o determinados puestos de seguridad en aeropuertos, necesitas una formación especial.
Como indica la web sobre formación Centro Andaluz, el T.I.P. tiene una validez de 10 años. Surte efecto desde el momento en el que la recibe el titular. Cuando caduca, para renovarla, hay que presentar el certificado médico correspondiente y pasar algunas pruebas físicas, así como un test psicotécnico para acreditar que el titular conserva las aptitudes físicas y psicológicas necesarias para el desempeño de su actividad. Para la renovación no se exige aprobar un examen teórico, como sí sucede para expedir la tarjeta por primera vez.
La concesión del T.I.P. genera de manera automática la inscripción en un registro del Ministerio del Interior sobre las personas que trabajan en seguridad privada. El que este no sea un servicio prestado por las administraciones públicas, no implica que no haya que llevar un control sobre él.
Para aspirar al T.I.P. se necesita ser mayor de 18 años, tener la nacionalidad española, de algún país de la U.E. o residir en España de manera legal; haber superado la ESO o una formación académica equivalente; presentar un Certificado de Penales que acredite que no tienes antecedentes y adjuntar el correspondiente certificado médico que asegure que puedes desempeñar el trabajo.
Como vemos, el T.I.P. tiene un sentido más profundo que el simple hecho de cumplir un trámite burocrático.
Cómo se obtiene.
Como explican los profesores de la Academia Marín, una academia de Valencia que imparte cursos de capacitación profesional en el sector de la seguridad privada, que siempre lo ha hecho de manera presencial y ahora también lo hace online, es necesario pasar un cursillo de formación específico y después aprobar un examen que se suele realizar en dependencias de la Policía Nacional.
El curso suele tener una duración de entre 180 y 350 horas. En este curso se estudian asignaturas como la normativa de seguridad privada (que incluye temas como la legislación vigente, los derechos y deberes del vigilante, y los procedimientos legales), técnicas de vigilancia, defensa personal y primeros auxilios.
Este curso solo puede ser impartido por academias que hayan sido acreditadas a tal efecto por el Ministerio del Interior, y partiendo de un temario formulado por el propio ministerio.
Superado el curso, el aspirante ya puede presentarse al examen, el cual consta de dos partes: una prueba física y un examen teórico.
En la prueba física se valoran aptitudes como la fuerza, la resistencia y la velocidad, para la cual, esta última, se realiza una carrera cronometrada.
El examen teórico consiste en un examen que versa sobre la formación teórica que se ha recibido a lo largo del cursillo.
El T.I.P. se entrega entre 30 y 60 días hábiles desde que se aprobó el examen. Para evitar retrasos se recomienda entregar toda la documentación correspondiente en el plazo establecido. Documentación que incluye el certificado médico, el certificado de penales, el título de la ESO y el diploma que acredita haber superado el curso previo.
El T.I.P. no es una oposición, no hay plazas limitadas. Pero es necesario superar el examen, como sucede, para obtener el carnet de conducir.
Un trabajo con alta demanda.
Vigilante de seguridad es un trabajo muy demandado en el mercado laboral. Un artículo que se publicó en el periódico La Voz de Cádiz ponía de manifiesto cómo a pesar de que en la provincia andaluza hay más del doble de vigilantes de seguridad que policías nacionales (3.000 vigilantes frente a los 1.400 policías), las empresas del sector no daban abasto a cubrir la carga de trabajo.
Este no es un fenómeno que se dé exclusivamente en Cádiz, sino que se repite por todo el territorio nacional. La demanda de profesionales en el sector es continua y en aumento.
La razón de ello es que muchas empresas y organismos públicos recurren a los servicios de seguridad privada para garantizar un ambiente protegido en sus instalaciones.
En los años 90, los trabajadores del Metro de Madrid protestaron por la reducción de la plantilla a raíz de la colocación de taquillas mecánicas en todas las estaciones de metro. Con aquella acción se redujo el número de taquilleros y de interventores. Sin embargo, la cantidad de vigilantes de seguridad no ha parado de crecer desde entonces. Eso sí, a través de contratas.
Algo parecido ha pasado en multitud de edificios públicos. Donde la seguridad, en otros tiempos encargada a cuerpos de orden público como la Guardia Civil, se ha externalizado en empresas de seguridad privada.
Cualquier edificio que requiera una protección especial, o cualquier instalación que sea más o menos frecuentada, aunque sea de manera temporal, por la celebración de un evento, recurre a la seguridad privada.
Precisamente esa gran variedad de destinos es uno de los atractivos de trabajar en el sector.
Sin embargo, como dice Antonio, de la Sociedad Nacional de Escoltas, todo en la seguridad privada no es maravilloso. Las largas jornadas de trabajo, algunas veces sin apenas moverse del lugar asignado, suele pasar factura a la salud del trabajador.
Por otro lado, los bajos sueldos en el sector hacen que muchos trabajadores doblen turnos y excedan con mucho las horas de trabajo recomendables con la intención de llevar un sueldo digno a casa. Una situación de la que, según Antonio, algunas empresas se aprovechan, supliendo de esa forma la falta de personal.
La seguridad privada es cada vez más segura.
La obligación de que un vigilante de seguridad haya tenido que recibir un curso de capacitación y, posteriormente, aprobar un examen para demostrar que ha asimilado los conceptos impartidos, es una condición que nos beneficia a los ciudadanos.
Ante una situación excepcional tenemos más garantías de que el vigilante va a proceder de manera adecuada. A la altura de los hechos. Aunque nosotros directamente no les pagamos, los vigilantes tienen una responsabilidad con respecto a las personas que se encuentran en el edificio.
Así, por ejemplo, si un usuario se desmaya en una estación de tren o en un centro comercial, el vigilante de seguridad le practicará los primeros auxilios y sabrá cómo actuar.
Lo mismo sucede en la evacuación de un edificio frente a un incendio o ante cualquier emergencia que se presente. El vigilante ha sido formado para trabajar en tales circunstancias.
No son situaciones habituales. Ninguno de los escenarios para los que han sido preparados los vigilantes de seguridad son la situación normal. Ni tan siquiera los posibles robos o ataques a la propiedad; sin embargo, para eso se contrata a un vigilante, para que esté disponible cuando se necesite.
También el requisito de que cada 10 años el vigilante tenga que renovar la T.I.P.es una garantía para clientes y usuarios.
La seguridad es una necesidad social y el T.I.P. certifica que se ejerce de manera profesional en el ámbito privado.


