El (o la) orfebre y la plata

Tanto como el oro, la plata está al servicio de la joyería más selecta. La tendencia en los últimos años, señala que este metal precioso, va ganando terreno al preciado oro. La moda así lo requiere y es cada vez más común observar en las celebritis el lucimiento de joyas de plata.

De hecho la plata siempre estuvo ahí. Quizá los brillos del oro que semejan rayos de sol, deslumbraban más, pero a los orfebres, les encanta trabajar la plata. Tanto como a los que gustan de llevar joyas de este metal.

Como todos sabemos, al acudir a una joyería, podemos encontrar diferentes tipos de plata. Al igual que ocurre con el oro, según su pureza, se les otorga un nombre. Cuando se habla de oro, se expresa en quilates, al hacer lo propio con la plata, se habla de milésimas.

Las profesionales de Coseta, nos han explicado cuales son las diferencias que podemos encontrar entre las distintas calidades de la plata. Aunque en el colegio explican de forma breve, eso sí, algo sobre la aleación de los metales para proporcionar dureza a los mismos, la mayoría de la gente, se pregunta si el oro y la plata se trabajan en toda su pureza.

La respuesta es no, al igual que le oro se mezcla con otros metales para obtener mayor dureza y diferentes tonalidades (oro blanco, rojo, etc.), la plata, cuenta con una aleación de cobre, generalmente, para que el orfebre, pueda trabajar con ella sin problema y ofrecer al cliente, excelentes resultados.

Plata fina, plata pura

La plata, tal como es encontrada en la naturaleza, es un material blando y maleable. Este metal precioso resulta tan suave como fácil de dañar. Su finura y pureza, lo convierten en un material difícil de trabajar tanto en un taller como en las manos de un orfebre.

Según los propios joyeros, su desgaste es mayor cuanto mayor es su pureza. El roce y los golpes pueden deformarlo con facilidad, dejando la joya inservible para su fin: lucirla. De ahí, que para ser trabajada con mayor facilidad y obtener unos excelentes resultados, se realice una aleación de un noventa y dos coma cinco por ciento de plata y un siete coma cinco de cobre. Esta es la aleación más común y habitual, aunque según nos cuentan los entendidos, puede haber diferentes metales en la aleación.

La pureza de los metales preciosos, se mide en milésimas. Esas milésimas, hacen referencia a la cantidad de metal puro que contiene una aleación al dividirla entre mil. La plata pura, tiene novecientas noventa y nueve coma nueve milésimas. Siempre queda en todos los metales preciosos, una ínfima cantidad de impurezas, heredadas de la propia naturaleza.  Por tanto, en joyería u orfebrería, se considera puro cualquier metal que cuente con al menos esas novecientas noventa y nueve coma nueve milésimas de cada mil.  Esta cuenta de la vieja es muy sencilla.

De ley o 925

Plata de ley, 925 o plata esterlina son distintos nombres para una misma aleación. Equivalente al oro de dieciocho quilates, la plata de ley es una aleación de plata pura con otro metal. En este caso el porcentaje de plata es, efectivamente, de novecientas veinticinco milésimas de plata pura. El restante porcentaje, es decir esas setenta y cinco milésimas que faltan para alcanzar las mil, lo completa el otro metal. Generalmente, cobre.

Como dato curioso, la denominación plata esterlina, proviene del primer uso que se le dio a esta aleación para crear unas pequeñas monedas en Inglaterra. Estas monedas, contaban con una estrella en cada cara, de ahí que se le llamara sterling silver en inglés y plata esterlina en su traducción al castellano.

La mejor manera de trabajar con este metal precioso es con esta aleación. Si bien puede obtenerse un buen resultado aleando plata con zinc o estaño, la experiencia ha dado por resultado más conveniente, la que lleva cobre. Dos son los factores que más influyen en esta elección concreta: no afecta al color de la plata pura y mejora la resistencia y durabilidad de la misma.

En cuanto al valor del metal, la aleación con cobre no minimiza el mismo. El valor de la joya, está más relacionado con el trabajo de elaboración, el diseño y su complejidad y la propia destreza del joyero. Una joya sencilla, tendrá, indudablemente, menos valor que una laboriosa.

La tendencia a la oxidación o envejecimiento de la plata, va ligada a su aleación. El metal con que esta se realiza, influye en ese deterioro. Sin embargo, un buen cuidado y mantenimiento de la pieza, elimina ese aspecto que pueda presentar.

Segunda ley

Plata de 800 o de segunda ley, es la denominación que tiene la plata que se utiliza con una aleación en la cual la proporción del metal precioso no pasa de las ochocientas milésimas y se une a doscientas milésimas de otro metal. Esta plata baja, se utiliza poco puesto que para el orfebre supone una menor calidad y el coste de la aleación no varía mucho.

Este detalle es muy tenido en cuenta por los países latinos, que valoran más la pureza del metal que otros países del viejo continente como Alemania o la misma Inglaterra, a quienes la plata de segunda ley o el oro de catorce quilates les parece de tan buen gusto como las de primera ley.

Los alemanes cuentan con su propia plata, la plata alemana. En este caso concreto, la conocida alpaca o plata nueva, es un metal compuesto por zinc, cobre y níquel. La ausencia absoluta de plata lo convierte en un engaño, pues el aspecto blanco y brillante que semeja a la plata puede dar lugar a error y ser confundida por un ojo inexperto.

Con estos detalles sobre las aleaciones y la calidad del metal precioso, podemos estar seguros de que en la mayoría de las ocasiones, las joyas que se encuentran en las joyerías españolas, son fabricadas con plata de ley. Su calidad es muy alta y los resultados de la joya, según las manos del joyero, pueden ser espectaculares.

Ahora que parece que la plata gana terreno al oro y los brillos plateados están más de moda que nunca, habrá que aprovechar que su valor no es tan elevado y hacerse con una colección de joyas de plata.

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